Sobre la mediocridad

La mediocridad según el diccionario es “baja calidad” y es adjetivo cualitativo del mediocre, que a su ves es la persona que carece de capacidades para la tarea que está realizando y que no tiene ningún interés en obtener estas capacidades. La mayoría de estas personas están convencidas profundamente en que son expertos, o sea realmente creen que son chingónes. En psicología este fenómeno se llama Efecto Dunning-Kruger. Que chistoso que todos hemos conocido a la gente así pero no sabíamos que su “enfermedad” tiene nombre.


Echemos un vistazo a la religión. Los creyentes religiosos siguen a una doctrina que les dice como hay que vivir, proporcionándoles un mapa conceptual que indica las rutas a seguir. Por supuesto ese mapa está diseñado a conveniencia de la iglesia, para que los “pastores” dirigen su “ganado” de ovejas por el camino de recolección de mayor beneficio. Las ovejas dan lana, leche y eventualmente todo lo material a cambio de promesas de un pastizal más jugoso.

La misma historia sucede en cualquier secta. Los adeptos confían el curso de su vida a un “guru” que los libera de la responsabilidad de pensar y descubrir por si mismos los valores de las cosas que les rodean. Ellos no tienen que esforzarse, estudiar, experimentar, cometer errores y formar por consecuente una escala de valores únicos, en cambio esta escala de valores se les sobrepone por alguien de afuera como una prenda ya hecha, y en lugar de adaptar la prenda a su “dueño” sucede lo contrario; todos los individuos se adaptan a la misma prenda deformando y extirpando partes de su espíritu para encajar. Una ves encajado aparece el sentido de pertenencia, “Yo soy parte de algo más grande”. Esa necesidad de pertenecer a algo que te supera – te libera de la responsabilidad por ti mismo. O sea te conviertes en parte del ganado al cual sacan a pasear y manejan a su conveniencia.

La mediocridad espiritual es solo una de las manifestaciones y es un error pensar que solo las religiones y sectas lo representan. Lo espiritual está estrechamente relacionado con lo emocional, por ejemplo el fanatismo deportivo. Los fanáticos deportivos se identifican con las victorias de sus ídolos porque ellos mismos no son capaces de obtener esas victorias y en mayoría de los casos no son capaces de “ganar” absolutamente nada. Su único anhelo es vivir como parásitos emocionales a costa de logros de alguien mas. Agasajandose en el sentido de pertenencia, proclamando “¡Ganamos!” cuando su equipo sale victorioso, adjudicándose el logro y escupiendo “Pinches wueyes, pendejos” cuando el equipo pierde. O sea: “nosotros ganamos” pero “ellos pierden”.

Las “micro-sociedades” que creamos en relaciones laborales y sociales existen por el mismo principio, cada “grupito” forma sus propios criterios respecto a lo que está “bien” y lo que está “mal” y sigue estas pautas mientras el ambiente satisface sus necesidades de confortabilidad. Con ésta ilusión se dejan llevar por opiniones de alguien cuya posición intrínsecamente es aceptada como “líder” a conveniencia de la situación actual. En mayoría de los casos ni siquiera necesitan saber el ¿por que? esta persona está al frente, simplemente están felices de no cargar con el peso de responsabilidad por ellos mismos. Por eso dicen: “Nosotros pensamos”… Los seres humanos no “piensan” en plural, la capacidad de pensar es propia del individuo, no de un grupo de personas. Un grupo de personas puede “coincidir en” y “estar de acuerdo con” algún argumento o idea, pero no puede “pensar”.

Somos simplemente demasiados (los seres humanos) y todos y cada uno quieren ser “alguien”, lo cual en parámetros globales es imposible. Con incremento de la cantidad se deteriora la calidad, es una ley natural. Por eso surgen las “micro-sociedades”, las tendencias sociales y culturales, los clubes, las sectas, las religiones y etc, en el interior de las cuales se forman sus propias escalas jerárquicas donde los individuos rodeados de menor cantidad de material competitivo tienen esperanzas de lograr ser aunque sea “alguien”.

Siempre buscamos una formula de felicidad, una justificación más fácil, una cobija de protección para evitar a todo costo el peligro de ser libre, de poder pensar por si mismo, de formar nuestra propia escala de valores, de poder crear y construir nuestro propio “universo”. Porque el único responsable de lo que pasa en tu “universo” – eres tu.