Estás ensayando una coreografía y el coreógrafo hace un chiste que te parece que no viene al caso o simplemente no tiene gracia, pero te ríes de todas formas o sonríes, o de alguna otra forma demuestras tu aprobación, en general tratas de tener tal actitud que aquellos que te llamaron tengan ganas de volverte a llamar. ¿Verdad? Es decir que tu enfoque no es ser tu mismo, es tratar de "encajar".
Así que la próxima vez que se te ocurre opinar sobre ser tu mismo, respetar a tu "Yo" interno, ser tan natural como te hizo la madre naturaleza - puedes escribir estos propósitos en el papel de baño y utilizarlos donde se debe. Todos sabemos que si tu "naturaleza" no coincide con la naturaleza del quien te llamó, te expulsarán del "paraíso". Solo que nos acostumbramos a llamar estas situaciones de otra forma.
- "Es que tiene mala vibra", - dirán aquellos que se quedaron con la chamba.
- "Es un panal de lameculos", - dirán aquellos que no encajaron.
Por alguna razón en estas replicas nunca figura el nivel profesional de nadie. Cuando éste debería ser el factor principal de evaluación.
Si, se entiende que cada coreógrafo trata de escoger a su grupo de bailarines en función de qué tan cómodo se siente trabajar con cada uno ellos. Por supuesto que es un factor muy importante. Sin embargo la relación entre "la calidad" que se merece la obra y "la comodidad" que se merece el coreógrafo, en muchos casos deja de desear lo mejor. Es justamente el caso cuando el ego o ineptitud de un individuo (en este caso el coreógrafo) se sobrepone al nivel del arte, infectando con putrefacción de por si inestable laberinto cultural de tercer mundo.