La maldición de profundizar

Es una historia contada por el físico y demógrafo Sergei Kapitsa.



Sucedió en los 60s. Un grupo de físicos nucleares de un instituto soviético secreto, estaban de vacaciones en el mar negro. Todos con doctorados y décadas de ejercer. Compraron unas botellas de vino, de estas que tenían tapa de plástico y se acomodaron con vista al mar. De pronto se dieron cuenta de que no tenían como destapar las botellas. Y le pidieron a un tipo que tenía pinta de nativo si no tenía algo para abrir las botellas. A lo cual el tipo respondió:
 
— Pues si, se puede, ¿tienen cerillos?
Tomó los cerillos, calentó la tapa de plástico y después la arranco y les dijo:
— Deberían de haber estudiado física en escuela.
A veces los especialistas se sumergen tan profundo en su campo que olvidan de la aplicación de los principios básicos. Que no te pase a ti.