En tu proceso de entrenamiento, de vez en cuando experimentarás un gran avance. Sucederá brusco e inesperado. Se sentirá agradable y motivador. Pero aquí está el quid de la cuestión... es importante que sepas que has presenciado un milagro. Los avances abruptos son una excepción y no la regla.
La mayoría de tus avances sucederá a causa del incremento sistemático, porqué se acumulan las horas de práctica. Es un proceso largo, apenas perceptible entre las duras sesiones de entrenamiento. Cuando, detrás de las rutinarias repeticiones, día tras día, pierdes la noción del tiempo, piensas que no avanzas porque hoy parece lo mismo que ayer.
Es como observar un reloj de manecillas. Fijas la mirada en la manecilla de la hora y no percibes que avanza; sin embargo, ya pasaron 10 minutos. El avance es lento, constante e imposible de detener. Así pasarán seis meses y ya no serás la misma persona. Mirando a tus compañeros alrededor no notarás ningún cambio, porque ellos también han avanzado junto a ti.
El efecto de la constancia se acumula invisiblemente, convirtiéndote en alguien distinto, en una versión mejorada de ti mismo. El cambio está sucediendo frente a tus ojos, pero solo de vez en cuando obtienes la perspectiva necesaria para darte cuenta. Cada entrenamiento, cada repetición y cada gota de sudor suman. El progreso real viene del trabajo diario, cuando nadie mira y decides seguir. La paciencia no solo es tu aliada, es tu herramienta más poderosa.
Confía en el proceso y mantén la motivación; en estas condiciones, la evolución no solo es posible, es inevitable.